Add parallel Print Page Options

Cuando los isleños vieron al reptil colgando de la mano de Pablo, se dijeron unos a otros:

— Este hombre es realmente un asesino; aunque se ha librado de la tempestad, la justicia divina no permite que viva.

Pablo, sin embargo, se sacudió el reptil arrojándolo al fuego y no experimentó daño alguno. Esperaban los isleños que se hinchara o que cayera muerto de repente. Pero, después de un largo rato sin que nada le aconteciese, cambiaron de opinión y exclamaron:

— ¡Es un dios!

Read full chapter